La duración de la fase aguda del ictus no está bien definida. La mayor parte de los estudios acepta de forma empírica que seguramente no debe ser menor de 1 semana y en algunos casos se puede alargar hasta 2 semanas.
El riesgo de presentar un nuevo ictus está aumentado en pacientes que ya han presentado un primer episodio42,43. Existen evidencias de la efectividad del tratamiento de la HTA en la prevención secundaria del ictus44. En el UK-TIA Aspirine Trial se pudo observar una relación entre el riesgo de ictus y la PAS y la PAD, y una reducción de 5 mmHg de la PAD y de 10 mmHg de la PAS se asociaba con una significativa disminución significativa del riesgo de padecer un nuevo ictus del 34% y del 28%, respectivamente45. Diversos ensayos clínicos han demostrado posteriormente la eficacia de algunos fármacos antihipertensivos en la prevención secundaria del ictus; entre ellos, el estudio HOPE con la utilización del inhibidor de la enzima de conversión ramipril46. El estudio Post-stroke Anti-hypertensive Treatment Study (PATS) demostró que el diurético indapamida era superior a placebo, con un descenso de un 29% de la recurrencia de ictus47. El estudio PROGRESS mostró que la asociación de perindopril con un diurético tiazídico disminuyó en un 43% el riesgo de padecer un nuevo ictus48. Más recientemente, el estudio MOSES mostró que un antagonista de los receptores AT1 de la angiotensina II (eprosartán) podría tener ventajas en la prevención secundaria de esta complicación cuando se comparó con un calcioantagonista dihidripiridinico (nitrendipino) 49.
Independientemente de la importancia del control de la PA y quizá también del tipo de fármaco empleado, es importante tener en consideración la utilización del resto de las medidas terapéuticas que han demostrado ser eficaces en función del tipo de ictus, especialmente los efectos del tratamiento antitrombótico y estatinas tanto en su prevención primaria como en prevención secundaria50-52.
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