“El cirujano usa el bisturí, mientras que yo uso las matemáticas. Juego con ventaja, porque el paciente no siente nada”, puntualiza el investigador, quien planteó el proyecto desde el principio para crear algo accesible a todos, no solo a las élites. “Siempre quise innovar para una sanidad universalizada. Nos planteamos desde el origen hacer algo que no fuera elitista, que pudiese aplicarse desde la sanidad pública y que, además, generara riqueza en el entorno. Algo que no es fácil”, asegura Velázquez, quien se ha topado con multinacionales que han intentado comprar la patente de Exacradel para “meterla en un cajón” y seguir vendiendo ap
licaciones menos efectivas y mucho más caras.
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